Martes, 22 Marzo 2016 10:01

VOCABULARIOS CONTRA EL ACOSO. LA IMPORTANCIA DE NOMBRAR

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Cuando leí el título de la mesa en la invitación a participar en ella, me pareció particularmente pertinente porque hablar de vocabularios contra el acoso hace referencia a un conjunto de palabras, experiencias y significados en torno al acoso que ya podemos nombrar. Nos ha llevado tiempo verbalizar experiencias de acoso por distintos motivos: por sentirnos culpables, por sentirnos responsables, por sentir vergüenza, por miedo a no sentirnos apoyadas, por dudar de nosotras mismas, porque nos han callado, porque no encontrábamos las palabras para decirlo, porque nos causaba mucha ansiedad, por sentir confusión, para no incomodar.

Ante los testimonios de mujeres principalmente, sobre experiencias de acoso callejero   en diversos países hoy podemos nombrar los tipos de acoso sexual en el espacio público: miradas lascivas, tocamientos, piropos, silbidos, besos, bocinazos, jadeos, ruidos y susurros con connotaciones sexuales, gestos obscenos, comentarios sexuales, fotografías y videos no consentidos y grabados con fines sexuales, exhibicionismo, persecuciones y arrinconamientos, masturbación con o sin eyaculación. El acto de nombrar es un acto muy poderoso para señalar, visibilizar y denunciar. Si no tenemos palabras para denunciar un abuso, reclamar un derecho se vuelve muy difícil. Es innegable que la capacidad de nombrar resulta empoderadora.

El trabajo que Mónica Mayer ha realizado con El Tendedero es extraordinario porque ha ordenado y dado una salida a cientos (es muy probable que ya sean miles) de testimonios de mujeres sobre una experiencia cotidiana de violencia sexual que ocurre en muchas ciudades del mundo. El valor de estos testimonios se encuentra en diversos niveles. El primero tiene que ver con la visibilización de una realidad social y cultural en la que las mujeres son vistas y tratadas como objetos sexuales en las calles, en los trayectos diarios a su trabajo, a la escuela y a lugares de ocio, entre otros.

La primera vez que fue presentada esta pieza en 1978 en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México la pregunta que invitaba a hablar a las mujeres sobre la violencia que viven en espacios públicos fue: Como mujer lo que más detesto de la ciudad es… En los distintos lugares en los que El Tendedero se ha expuesto, las preguntas han ido cambiado para explorar con mayor profundidad las clases de violencia sexual que las mujeres experimentan. La reactivación de esta pieza en distintos espacios y ciudades ha permitido a Mayer y a quienes conocen su trabajo darse cuenta que a lo largo de casi 40 años el tema de la violencia sexual en espacios públicos no ha cambiado, no sólo en la Ciudad de México, sino en otras ciudades del mundo. En ese sentido uno de los valores más importantes del trabajo de Mónica con El Tendedero es que constituye un archivo sociológico sobre cómo las mujeres de distintas nacionalidades, edades y ocupaciones viven las ciudades de forma desigual respecto a los hombres.

Otro ámbito desde el cual El Tendedero contribuye a romper con la invisibilización de esta clase de violencia es desde la facilitación de procesos de habla y escucha a través de talleres y acciones con mujeres donde son compartidas y validadas experiencias de acoso y abuso sexual que en muchos casos son verbalizados por primera vez. Este proceso de verbalización y reconocimiento tiene un valor particular para quienes participan en las piezas de Mónica pues actúa como un mecanismo de liberación emocional y de reconocimiento de lo que deberían ser nuestros derechos.

Una de las mayores dificultades que enfrentamos como sociedad es que el espacio público no se ha reconocido como un lugar y medio fundamental para acceder a otros derechos y oportunidades. Para explicar esto recurro al texto de Gilles Lopovetsky Acoso sexual y democracia, donde señala que el acoso sexual laboral en Francia no cobró relevancia, aún existiendo el delito, sino hasta que fue reconocido socialmente el espacio profesional como un lugar de conformación de identidad y autonomía femenina. ¿No es el espacio público un lugar de conformación de identidad y autonomía femenina también?

Mientras la identidad femenina se construía a través de las funciones asumidas en el seno de la familia, la representación de las agresiones sexuales en el lugar de trabajo no podía rebasar el lugar de estadio de rumores más o menos anecdóticos, puesto que el sitio verdadero de la mujer no estaba en la empresa sino en el hogar; la desvalorización tradicional del trabajo femenino contribuyó a considerar insignificantes los comportamientos que agredían a las mujeres en su marco profesional”.[1]

Tal actitud, señala, cambió a medida que el trabajo de las mujeres se iba imponiendo cada vez más como un medio para afirmar una identidad social autónoma. A partir del momento en que la identidad profesional de las mujeres adquirió legitimidad social, las agresiones sexuales en el campo laboral resultaron intolerables. ¿No es el espacio público un lugar de conformación de identidad y autonomía femenina también?

Me parece muy importante rescatar estas líneas porque lo que vemos en esta edición del Tendedero que enfocó una de sus preguntas hacia cómo se vive el acoso en un espacio como la universidad, nos lleva a preguntarnos si en los espacios públicos (transporte, calles) y semipúblicos (universidades, plazas, parques, áreas verdes, pasillos y circuitos dentro de las escuelas) la presencia de las mujeres sigue siendo vista como algo menor, como si su presencia en estos espacios fuera únicamente de tránsito y no como una presencia TOTAL donde también las mujeres construimos nuestra identidad y autonomía. El transporte, la calle, los circuitos, las áreas verdes y los pasillos de las universidades y escuelas son medios para acceder a derechos y oportunidades como educación, salud, empleo, servicios y ocio (entre muchos otros) por lo que es fundamental subrayar la importancia de nuestra presencia en estos espacios.

¿Los proyectos artísticos pueden ser relevantes para el ejercicio de los derechos humanos? Un proyecto artístico como El Tendedero contribuye a la construcción de testimonios colectivos sobre la violación a un derecho. A nuestro derecho a una vida libre de violencia. Y estos testimonios son fundamentales para la denuncia social. Articular las experiencias de diversas mujeres ante un mismo problema resulta muy potente discursivamente pues amplifica la voz de un sector no escuchado. Algunas de las mayores amenazas para combatir el acoso son quizá su aparente sutileza y su fugacidad. Lo que vuelve poderoso a proyectos como éste es su capacidad de construir a partir de estos testimonios memoria colectiva para exigir atención inmediata sobre la problemática señalada. Con Vocabularios contra el acoso, es decir, con palabras que nos permiten señalarlo, denunciarlo y describirlo es posible combatir esa aparente ligereza y fugacidad para romper con una práctica cotidiana machista que pareciera que nos quiere sacar de espacios de poder a los cuales hombres, mujeres y todas las personas que no caben en esta clasificación binaria, tenemos derecho por igual: hoy se trata de la calle, la universidad, el transporte, los parques y las plazas. Cada uno de estos espacios es nuestro, no sólo porque están ahí para ser habitados, también porque son el medio para acceder a otros derechos. Esto no debemos olvidarlo.

Finalmente, y sin negar el papel de las leyes para garantizar los derechos de las mujeres; me gustaría concluir invitando a los y las asistentes y participantes de esta mesa a pensar en una pedagogía de la autodefensa femenina[2]; estrategias que nos permitan responder por nosotras mismas ante agresiones e intimidaciones en el espacio público. Posibles respuestas que siembren en nosotras seguridad para exigir y defender nuestros derechos enfrentándonos con la(s) persona(s) que acosan.

Hace una semana me preguntaron qué opinaba sobre la propuesta de Hijas de Violencia que puede leerse como una invitación a la confrontación con el acosador. Pienso que evaluando siempre las condiciones de seguridad bajo las cuales nos encontramos cuando alguien nos está acosando, la confrontación es una forma (dentro de muchas otras) de detener al acosador con frases como: “Lo que estás haciendo se llama acoso”, “No te conozco” o “Nadie pidió tu opinión sobre mi cuerpo”.

De acuerdo con el Observatorio Contra el Acoso Callejero Chile (OCAC), el 72 % de las veces que las personas responden al acosador, éste desiste, se queda en silencio o se va[3]. Compartir estrategias, desarrollarlas colectivamente y articularnos con las instituciones para difundirlas puede ser muy efectivo para combatir el problema de forma colectiva.

Las intervenciones artísticas de Mónica Mayer se convierten en una vía efectiva y visible que fomenta entre la comunidad la participación, la importancia de exigir espacios para alzar la voz y la solidaridad con otras personas, la comprensión de que la apropiación del espacio público es uno de muchos pasos encaminados a conseguir que las oportunidades y derechos para las mujeres no se queden únicamente en la teoría.

 


[1] Lipovetsky , Gilles. “Acoso sexual y democracia”, La tercera mujer, Anagrama, Barcelona. 1997 p.74.

[2] El concepto de pedagogía de la autodefensa femenina , propuesto por Gilles Lipovetsky, se basa en la premisa de que si los hombres deben respetar la voluntad de las mujeres, nosotras podemos reconocer que tenemos la capacidad de expresar lo que no queremos y no renunciar a enfrentarnos a ellos directamente.

[3] Encuesta de acoso callejero realizada por OCAC Chile, 2014 . Realizada vía web a 3234 personas entre 10 y 64 años de todas las regiones del país.

 

 

Presentación realizada en la Mesa

Vocabularios contra el acoso en el

marco de la Exposición Si Tiene Dudas…

Pregunte de la artista Mónica Mayer.

8 de Marzo de 2016

MUAC-UNAM

Modificado el Martes, 22 Marzo 2016 10:12